Se cumplen cinco años desde la celebración de Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), donde las partes signatarias negociaron el Acuerdo de París. Un acuerdo ambiental histórico con el cometido de hacer frente al cambio climático, adaptarse a sus efectos, y brindar apoyo a los países en vías de desarrollo para que pudiesen hacer lo mismo. Por primera vez, las naciones del mundo se unieron por una causa común; sin duda, un momento esperanzador.
Cinco años después. ¿Cuál ha sido el progreso real? ¿Seguimos unidos y vamos en la trayectoria adecuada para cambiar el curso de la historia y evitar los peores efectos del cambio climático?
El compromiso con el cambio climático ha ido evolucionado significativamente desde 2015; nunca ha habido tanta cobertura mediática y preocupación por las cuestiones climáticas. La presión ciudadana cada vez se hace más latente a través de protestas multitudinarias exigiendo compromisos más ambiciosos y una acción climática efectiva por parte de los gobiernos, ciudades y empresas de todo el mundo.
Este año, en nuestro estudio anual del reporting de sostenibilidad de las empresas del IBEX 35, el 60% de las empresas se comprometieron públicamente al Cero Neto, un 97% muestran signos de evaluación de sus riesgos climáticos, y un 43% han establecido o se comprometen a establecer objetivos de reducción de emisiones en línea con la ciencia para limitar el calentamiento global a menos de 2ºC. No nos hubiésemos imaginado estas estadísticas en la primera edición del informe en 2011.
La presión sobre las organizaciones para que tomen medidas es cada vez mayor, y se espera que éstas sean sólidas y transparentes. El público general, los consumidores, los inversores y las ONGs cuentan con mayor información y están más preparados en materia climática. Por tanto, tienden a ser más exigentes a la hora de evaluar a las organizaciones y sus declaraciones medioambientales.
El Acuerdo de París pasó a ser ratificado por 189 de las 197 Partes, lo que sin duda ha contribuido a catalizar el movimiento de cambio en todo el mundo en los últimos cinco años. Pero este no ha sido el único aliciente.
En septiembre de 2019, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicó un informe especial sobre el calentamiento global a 1,5ºC. El panorama de un mundo con un aumento de temperatura a 2ºC ya estaba lejos de ser ideal si lo comparábamos con el aumento a 1,5ºC, pues se desatarían los impactos más catastróficos del cambio climático si superamos el umbral de los 2ºC. La ciencia aclaraba en términos inequívocos que, si no mantenemos el calentamiento global por debajo de los 2ºC, nos tendremos que enfrentar a drásticas consecuencias; para lo cual es imperativo alcanzar el Cero Neto antes de mitad de siglo. Desde que se publicó este informe, más de 100 países se han comprometido a alcanzar el Cero Neto a 2050, con más de 1.500 grandes empresas siguiendo su ejemplo.
En 2019, se superó un aumento de temperatura de 1,1ºC, notando ya estos efectos. Vimos alcanzar temperaturas récord, fenómenos climáticos extremos que causaron estragos, e incendios forestales en todo el mundo, incluso en el círculo polar ártico. Desde 2015, se concibe imposible negar que el cambio climático existe, y que, de hecho, ya está aquí. Cinco años después del Acuerdo de París, el mundo ya sufre sus impactos casi a diario.
Desde su creación, la tarea ha sido la de formalizar los términos del Acuerdo y establecer un camino claro para la acción climática mundial. Este proceso no ha estado exento de grandes desafíos.
En 2019, como prometía la campaña electoral presidencial de Trump, los EE.UU. notificaron su retirada del Acuerdo de París. Esto amenazaba con socavar la intención de la gobernanza mundial y la cooperación en la lucha contra el cambio climático, pues se retiraba de la mesa de negociaciones uno de los mayores emisores mundiales.
En la COP25 del pasado diciembre de 2019 surgieron nuevos desafíos para finalizar las reglas operativas del Acuerdo de París. Las negociaciones fracasaron en varias cuestiones importantes, lo que reveló las profundas diferencias entre los Estados, obstaculizando la capacidad de lograr decisiones unánimes sobre temas clave de la agenda como las reglas y mecanismos para financiar y transferir las reducciones de emisiones más allá de las fronteras nacionales.
En 2020, la pandemia mundial de coronavirus se ha cobrado la celebración presencial de Conferencia de las Partes y ha desviado la atención hacia una nueva amenaza aparentemente más inmediata. Esto ha frustrado aún más los esfuerzos por avanzar en la sostenibilidad, ya que el marco temporal de acción se está agotando rápidamente.
Cinco años después, seguimos sin unas reglas claras o un consenso universal y nos dirigimos como mínimo a un calentamiento global de 3ºC según ha declarado el Secretario General de la ONU António Guterres. A pesar del creciente número de compromisos para la acción climática, la falta de cooperación mundial y de liderazgo nacional está perjudicando claramente nuestra capacidad de materializar los progresos suficientes.
Las cosas podrían estar a punto de cambiar.
El presidente electo de los Estados Unidos, Joe Biden, ha prometido el regreso de los EE.UU. al Acuerdo de París y fijar su compromiso hacia el Cero Neto para el 2050, alienando así a los EE.UU. con las ambiciones del acuerdo.
Este período convulso de la pandemia también está demostrando ser un catalizador hacia el cambio junto al impulso empresarial, la manifestación ciudadana y la presión de los dirigentes políticos para dar salida a la crisis con una “mejor reconstrucción”. Nos hemos visto obligados a cambiar nuestra relación con el mundo natural y a recapacitar sobre las consecuencias de un medio ambiente más degradado y nuestra falta de atención a las advertencias sobre los graves riesgos futuros que presenta el cambio climático. Muchos se están dando cuenta de que ahora tenemos una oportunidad única de evitar lo que podría ser una crisis mundial de magnitudes desconocidas
A pesar del aplazamiento de la COP 26, para conmemorar el aniversario, se celebró una Cumbre virtual sobre la ambición climática, copatrocinada por la Presidencia de la COP del Reino Unido, las Naciones Unidas y Francia, en asociación con Chile e Italia.
Además, el pasado viernes 4 de diciembre, Boris Johnson anunció que el Reino Unido aumentaría, según lo aconsejado por el Comité de Cambio Climático del Reino Unido (CCC), su actual objetivo de reducción de emisiones de 57% a por lo menos 68% (en comparación con los niveles de 1990) para el 2030. La promesa es ir “más lejos y más rápido” que otras naciones.
Esta es una señal alentadora de que, como anfitrión de la próxima COP26 (ahora reprogramada para noviembre de 2021 en Glasgow), el Reino Unido tenga la intención de demostrar su liderazgo y establecer el listón para que otros países se pongan a la altura
Stuart Lemmon, director general de EcoAct UK, cree que “ésta es una señal prometedora del Gobierno de que está comprometido con el logro de los objetivos del Acuerdo de París”. Sin embargo, advierte que “para lograr el objetivo será necesario que el clima esté en el centro de todos los aspectos de la política gubernamental en el futuro”. Los recientes compromisos de gasto sugieren que estamos aún retrasados en este sentido, y que todavía no está clara una hoja de ruta para la acción en toda la economía. Seguimos siendo cautelosamente optimistas en cuanto a que este nuevo objetivo signifique que ahora se va a contar con un plan de acción amplio y alineado.
Es evidente que las expectativas son altas y la credibilidad del Acuerdo sigue en juego. Aún queda mucho trabajo por hacer y el plazo que tenemos es muy limitado. En 2019, el Informe sobre la Brecha de Emisiones de las Naciones Unidas declaró que necesitábamos reducir las emisiones mundiales en un 7,6% cada año entre 2020 y 2030 para no perder nuestra oportunidad de evitar las peores consecuencias del cambio climático. Los compromisos nacionales hasta la fecha no están lo suficientemente cerca de lograrlo, pero todavía hay tiempo para cambiar eso.
Cinco años después, parece que estamos en un punto de inflexión que podría ser un éxito o un fracaso para el Acuerdo de París; pero la esperanza de la cooperación internacional para evitar lo peor de la crisis climática sigue latente.
Alcanzar las cero emisiones netas requiere de un cambio transformacional. Sin embargo, nuestro enfoque está pensado para facilitar el camino y apoyar a las organizaciones a mitigar los riesgos y a poner en valor las oportunidades.
No es sólo una vía para lograr el cero neto, es una hoja de ruta para la supervivencia del negocio a largo plazo.